SCHOLA GREGORIANA HISPANA

Texto escrito para el acto de la Conmemoración del 25 Aniversario por el miembro de la Schola D. Jose Luis Hellín Maqueda:

            “Ad altiora et magnificentiora, mihi crede, Torcuate, nati sumus”. ‘Créeme, Torcuato, hemos nacido para todo lo que es superior y magnífico‘. Así se expresaba, en la intimidad de una carta dirigida a un amigo, el filósofo y ciudadano hispanorromano Lucio Anneo Séneca. Para él, el hombre estaba destinado a vivir en la búsqueda de lo más excelso, de la perfección personal y colectiva, del deleite en la estética que alimenta el espíritu. Para él, el hombre auténtico debía alejarse de lo vulgar entendido como empobrecedor, de la superficialidad cotidiana, de lo trivial y banal hecho norma de vida. Para él, el hombre era algo más que la envoltura física con la que llenaba calles y estadios. No es de extrañar que exclamara desolado “cada vez que estuve entre los hombres, volví menos hombre” cuando las razones de su cargo en Roma le obligaban a asistir a los espectáculos circenses, donde quizá le horrorizaba más lo que veía en las gradas que lo que veía en la arena.
            “Ad altiora et magnificentiora”… Hermoso lema vital que nos remite a lo mejor y más profundo del espíritu humano. Y es en esta búsqueda de la bella perfección, de la belleza perfecta, del “gaudium”, del gozo interior, tan alejado de la frívola “letitia”,  donde encuentra su lugar la música culta, la música sacra. Claro que no podemos dejar de lado el sentido esencialmente religioso de la misma. Nuestros antecesores entendieron que la belleza creada por el canto podía ser una forma muy apropiada de oración grata a Dios.
            Esta reflexión previa sólo pretende introducirnos en el motivo que nos ha reunido aquí hoy. Hace ahora veinticinco años que Ramón Perales de la Cal, a la sazón, director del Cuarteto “Renacimiento”, necesitó de un grupo vocal masculino que interpretara algunas piezas de canto gregoriano en alternancia, dentro de un proyecto de grabación. Puesto en contacto con Javier Lara Lara, éste reunió a un grupo de entonces jóvenes entusiastas y conocedores de la música religiosa antigua. Fruto de aquella colaboración surgiría el disco “La herencia musical española en el Nuevo Mundo”. Cuando se le requirió un nombre que identificara al conjunto vocal, Javier tardó muy poco en responder: Schola Gregoriana Hispana. Este nombre se convertiría en prenda y señal de un futuro apasionante y prometedor, un futuro del que hoy vivimos sus bodas de plata. Pero también señalaba la senda musical que estaban dispuestos a emprender aquellos ocho pioneros, a los que seguirían más tarde otros dieciséis en los distintos momentos y los distintos lugares que ha vivido la Schola durante este tiempo. El término “gregoriana” indica la esencia, el sentido de existencia del grupo: el canto religioso cristiano de la Baja y Alta Edad Media, tras la reforma de San Gregorio, y las primeras polifonías. Con “hispana” matizamos la dedicación particular de la Schola al canto que tuvo origen y expresión en la península ibérica durante el período mencionado, el así llamado canto mozárabe. Desde el mismo instante de su creación, la Schola ha trabajado por proteger del olvido el rico patrimonio musical religioso mozárabe, realizando a veces una auténtica tarea de arqueología musical, donde cada pieza es rescatada de códices y cantorales antiguos, con frecuencia poco conocidos, para recibir el mimo profesional de quienes, como Javier Lara Lara, poseen la experiencia y conocimientos de décadas entregados a esta forma de música.
            Sabemos poco sobre cómo era la interpretación final del primitivo canto gregoriano. Hemos heredado las letras, a veces las partituras, pero la independencia de cada escuela de canto -con frecuencia de cada monasterio o convento-, la particular notación de cada maestro, hacen muy difícil reinterpretar las piezas con la mayor fidelidad posible a la forma original. Muchas de las obras que hoy interpretamos recibieron su forma definitiva en el siglo X, cuando los textos originales pueden remontarse tan atrás como el siglo VI; algunas de ellas se habían mantenido vivas en la tradición oral, aunque conocemos bien lo que puede hacer esta tradición con los originales no impresos. Sin embargo, éste suele ser el magro material original que el maestro pone sobre su mesa; con estas mimbres debe tejer su trabajo en torno a una obra musical. La Schola ha seguido siempre las últimas investigaciones en Semiología, Ritmo y Modalidad, a la sombra de la interpretación gregoriana que hace la escuela semiológica de Dom Eugene Cardine, maestro de Javier Lara en la abadía de Saint Pièrre de Solesmes (Francia), donde el canto se vuelve más flexible, más expresivo, más auténtico.
            El repertorio que nos propone hoy la Schola Gregoriana Hispana es una pequeña antología de la música religiosa de la Edad Media, que empieza con algunas obras del rito mozárabe, continúa después con otras piezas del repertorio gregoriano estándar para concluir en los inicios de la polifonía y llegar hasta el gran maestro Perotinus.
            Es preciso subrayar la belleza de las obras seleccionadas del Códice Calixtino de Santiago de Compostela, donde podemos admirar la vena creadora de los compositores del entorno de la catedral compostelana, no sólo en la monodia. La pieza a tres voces “Congaudeant catholici” sería, según todos los indicios, la primera obra polifónica dentro del repertorio occidental.
            Del repertorio gregoriano estándar destacamos una de sus obras más conocidas, el responsorio “Media vita”, compuesto en Modo IV, el modo que no acaba nunca, el modo interior por excelencia, al que en este caso acompaña un texto de una belleza sobrecogedora en forma de imploración a quien todo lo puede: “En la plenitud de la vida vamos hacia la muerte. ¿A quién buscaremos como ayuda sino a Ti, Señor, quien por nuestros pecados estás justamente airado? Santo Dios, Santo fuerte, Santo misericordioso y Salvador: no nos entregues a la amarga muerte.”
            En el apartado de la polifonía podremos escuchar algunos de los ejemplos más significativos de la primera época: desde el ‘tractatus’ “Musica Enchiriadis” del siglo IX, pasaremos por piezas del repertorio español transmitidas a través del Códice del convento de Las Huelgas, en Burgos, hasta llegar a una de las obras maestras del gran polifonista y compositor de órgano maestro Perotinus: el “Viderunt Omnes”, escrito para cuatro voces iguales.
            Retornando a la fecha que hoy conmemoramos, no me detendré en el currículum atesorado por la Schola Gregoriana Hispana durante estos primeros veinticincos años de existencia; las referencias a los numerosos conciertos y grabaciones se pueden consultar en su página web. Sí quiero llamar la atención sobre la especialización que poco a poco ha dado personalidad única a este grupo. Si tenemos presente que la humildad caracteriza la verdad, podemos afirmar que la Schola es hoy una piedra de toque esencial cuando del acervo musical hispánico se trata, hasta el punto de considerarse interpretes de referencia en los códices antes mencionados, el Calixtino de la catedral de Santiago y el del convento de Las Huelgas.
            Recordemos ahora a la invitación que nos hacía Lucio Anneo Séneca, “ad altiora!“. Que nuestra música sea vehículo y estímulo para las mentes ansiosas de plenitud, corazones que se deleitan en la belleza y almas deseosas de beber espiritualidad. Sicut cervus, ad fontes. Como el ciervo se acerca a las fuentes de la montaña para saciar su sed, les invitamos a que nos escuchen sabiendo que nuestras voces son tan sólo un eco que llega de un pasado muy remoto, un pasado donde está el origen de lo que somos, de quiénes somos; un pasado que define nuestra cultura, nuestra esencia como pueblo, como comunidad, como hombres y mujeres cristianos. Escuchen; sobre todo, disfruten; y, si lo desean, hagan de nuestro canto una oración en la intimidad de sus corazones.